Si las imágenes y las historias de
Alma tierra
arrancan de aquellos dos versos de Leopardi que le dan título, "Ojalá
con vosotros yo yaciese / y mi sangre regara esta alma tierra", de nuevo
acudo hoy al poeta italiano:
"[...] y en lo eterno pienso
y en la edad que ya ha muerto y la presente
y viva, y en su voz. Así, entre esta
inmensidad mi pensamiento anega:
y naufragar en este mar me es dulce."
Al fin y al cabo, "Las historias son un resto que ha dejado el paisaje",
como ha escrito otro italiano, Erri de Luca.
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Tierra de Molina. Los pairones, a modo de menhires cristianizados, se sitúan al borde de los caminos para honrar las almas de los difuntos |
Desde que comenzó este confinamiento no he dejado de hacerme una pregunta: ¿qué pensarán de estos días aciagos las gentes de Alma tierra?, que en muchos casos llevan viviendo en un confinamiento involuntario desde hace mucho tiempo.
¿Qué
pensará Dolores, esa mujer de las Tierras Altas de Soria que un día me
dijo: "Para mi madre no hubo Dios, ahora sí lo hay, pero para ella no lo
hubo." ¿Pensará que sigue habiendo Dios o que de nuevo nos ha
abandonado?
¿Y Matías, último habitante de una aldea de los confines de la Tierra de
Molina? ¿Considerará todo esto digno de salir en el "Yortáin", como un
día lo sacaron a él como si fuera el último mohicano?
¿Y Antonia, en su lejana aldea del Maestrazgo, confinada y sóla desde
hace años por propia voluntad, porque, como le gusta decir: "Aquí todo
me habla"? ¿Qué le dirán en estos días sus objetos, sus recuerdos?
¿Seguirá
Inés haciendo el pan en su casa de Aliste? ¿Será consciente
del sentido que cobran ahora aquellas palabras del provenzal Jean
Giono, que decía que hacer el pan en casa era uno de esos gestos
antiguos que tánto bien hacían al mundo, un gesto pequeño y a la vez
revolucionario, "un gesto capaz de destruir todos los gobiernos del
mundo"?