"Hay una memoria de las cosas, una polvareda muy fina que baila en la luz, y la poesía es la persecución de esa memoria"
Eugenio de Andrade.
LA CRECIENTE. Territorios literarios de América Latina. 1994-2005
Paraguay (a partir de la obra de Augusto Roa Bastos)
"El azar teje a veces venturosas coincidencias. Por ejemplo, entre la escritura y la imagen. Entre la escritura literaria y la fotografía. Un azar que sólo llamamos azar porque ignoramos sus leyes de riguroso determinismo. Al igual que la novela, que no aspira a reflejar el color exclusivamente localista o pintoresquista de estos escenarios geográficos, humanos, históricos y sociales, sino el misterio profundo de las esencias locales, que parece estar siempre en trance de revelación, las hermosas fotografías de Navia, por lo austeras y despojadas, tampoco aspiran a mostrar el aspecto insólito o puramente espectacular de los escenarios elegidos y captados, sino más bien algunos de los rasgos caracterízadores y sintetizadores del paisaje, la historia y la sociedad de este país tan poco conocido de América Latina.
Para
mí, en tanto que autor, constituye un grato estímulo el que las imágenes de
José Manuel Navía en el reportaje gráfico sobre el Paraguay, vinculen mi
primera y última novela y ofrezcan, a partir de ellas, esta visión de "la
tierra que a su imagen me hizo para de sí arrojarme", como escribiera Luis
Cernuda en uno de sus poemas." Augusto Roa Bastos
Colombia (a partir de la obra de Álvaro Mutis)
México (a partir de la obra de Juan Rulfo)
La Creciente es un proyecto en marcha; faltan otros territorios, otros autores...
DIARIO DEL NÍGER
A finales de 2005 viajé a Mali para recorrer la curva del Níger. Durante los meses de abril y mayo de 2006 la edicón española de National Geographic publicó mi trabajo, titulado genéricamente "Diario del Niger". Éste a su vez se dividía en dos capítulos: "Viaje al corazón del río" (abril) y "Timbuctú, la nostalgia de un sueño" (mayo). Las imágenes de ambos artículos se acompañaban de las notas de mi diario de viaje.
Seguir con el dedo sobre un mapa los caprichos de cualquier río siempre es fascinante. Más aún si, como en el caso del Níger, se trata de un río que, pese a nacer cerca del mar, en la cordillera que separa Guinea de Sierra Leona, parece haber elegido el lado equivocado de la montaña y, contra toda lógica aparente, corre en dirección norte, en busca de las inmensidades del Sahara. De camino atraviesa Mali, uno de los países más pobres de la tierra, en el que algo más de diez millones de habitantes se reparten una superficie – en buena parte desierto – que es casi dos veces y media la de España. Pero además el Níger ha sido históricamente una de las vías fundamentales de comunicación entre el Magreb y el África ecuatorial; por ella ha transitado el comercio de la sal, el oro, los esclavos y las más variadas mercancías desde tiempos remotos. También sus aguas guiaron a algunos de los primeros europeos que intentaron alcanzar la mítica ciudad de Timbuctú, durante siglos y siglos cerrada a cal y canto a los “infieles” y cuyo nombre, evocador de misterios y riquezas, nunca dejó de excitar la imaginación, y con frecuencia la codicia, de los pocos viajeros que se aventuraron hasta ella. A todo esto debemos sumar una historia tan sorprendente como poco conocida de moriscos y renegados españoles que, en el siglo XVI, llegaron hasta sus orillas, al servicio del rey de Marruecos, con la misión de conquistar el gran imperio sonrai.
Seguir con el dedo sobre un mapa los caprichos de cualquier río siempre es fascinante. Más aún si, como en el caso del Níger, se trata de un río que, pese a nacer cerca del mar, en la cordillera que separa Guinea de Sierra Leona, parece haber elegido el lado equivocado de la montaña y, contra toda lógica aparente, corre en dirección norte, en busca de las inmensidades del Sahara. De camino atraviesa Mali, uno de los países más pobres de la tierra, en el que algo más de diez millones de habitantes se reparten una superficie – en buena parte desierto – que es casi dos veces y media la de España. Pero además el Níger ha sido históricamente una de las vías fundamentales de comunicación entre el Magreb y el África ecuatorial; por ella ha transitado el comercio de la sal, el oro, los esclavos y las más variadas mercancías desde tiempos remotos. También sus aguas guiaron a algunos de los primeros europeos que intentaron alcanzar la mítica ciudad de Timbuctú, durante siglos y siglos cerrada a cal y canto a los “infieles” y cuyo nombre, evocador de misterios y riquezas, nunca dejó de excitar la imaginación, y con frecuencia la codicia, de los pocos viajeros que se aventuraron hasta ella. A todo esto debemos sumar una historia tan sorprendente como poco conocida de moriscos y renegados españoles que, en el siglo XVI, llegaron hasta sus orillas, al servicio del rey de Marruecos, con la misión de conquistar el gran imperio sonrai.
Río Níger. Los niños regresan de la escuela a través de la duna de Koima.
Puerto fluvial de Gao.
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