Notas (4) acerca de "VIAJE A LA HISTORIA": nostalgia de Sefarad

Patio del convento de Santa Clara, en la judería de Palma de Mallorca. A finales del siglo XII las monjas clarisas fundan un convento en los límites del “call” mayor. Gracias a su aislamiento, entre sus muros aún hoy podemos sentir algo de lo que pudo ser esta judería, una de las más importantes del reino de Aragón. Es probable que por aquellas fechas la frecuentara Ramón Llull, enterrado en la cercana basílica de San Francisco. “Este autor mallorquín es un claro síntoma de la coexistencia del mundo latino occidental con el oriental.” (Joseph Pérez)

“Moza de ánimas”. La Alberca, provincia de Salamanca. La “moza de ánimas” es una mujer de La Alberca que recorre al anochecer sus calles, todos los días del año, rezando a las ánimas del purgatorio y haciendo sonar una campana a su paso. Esta institución, como otras muchas manifestaciones un tanto exacerbadas de religiosidad popular, nos hacen pensar inmediatamente en la presencia de judíos, criptojudíos y conversos en la zona. Al fin y al cabo, estos pueblos aislados y cercanos a Portugal fueron refugio en épocas de persecución y expulsiones.




La matanza del cerdo. El Campillo, provincia de Zamora. En torno al cerdo, alimento vedado a judíos y musulmanes, se fue desarrollando todo un conjunto de ritos, especialmente ligados a la matanza, que han llegado hasta nosotros, y que se explican en función de la obsesión por los falsos conversos y la “limpieza de sangre”. La muerte del animal se convirtió en motivo de pública celebración: la familia que mata un cerdo (con una dosis suficiente de crueldad, para que sus gritos se oigan a distancia) está libre de toda “mancha”; y al dar a probar a los vecinos su carne, se verifica de paso quienes la comen y quienes no.